El miedo es esa grieta que a la vida
corroe y no por vía de una hipótesis
que sin pudor se monta a la pizarra.
Ya el esplendor alce sus pabellones
con la flor de la edad, siempre la muerte
es allí una imprecisa, si cierta, lejanía,
y su espolique, el tiempo, una alada presencia.
Jamás el mido fue juego de niños
por mucho que los cuentos lo convoquen.
El miedo es un deseo de que cesen
los embates de pánico, librando para siempre
la mareante trama donde azar,
libertad y destino se entrelazan
hasta dar consistencia al explosivo.
En caso de no dar con las cesuras,
prender la mecha es ya cosa de tiempo,
y no menos de pulso: si éste es firme,
lo que entre los filósofos se nombró voluntad
habrá cumplido en desahuciados tales
su única,cegadora aparición.
Antonio Martínez Sarrión
corroe y no por vía de una hipótesis
que sin pudor se monta a la pizarra.
Ya el esplendor alce sus pabellones
con la flor de la edad, siempre la muerte
es allí una imprecisa, si cierta, lejanía,
y su espolique, el tiempo, una alada presencia.
Jamás el mido fue juego de niños
por mucho que los cuentos lo convoquen.
El miedo es un deseo de que cesen
los embates de pánico, librando para siempre
la mareante trama donde azar,
libertad y destino se entrelazan
hasta dar consistencia al explosivo.
En caso de no dar con las cesuras,
prender la mecha es ya cosa de tiempo,
y no menos de pulso: si éste es firme,
lo que entre los filósofos se nombró voluntad
habrá cumplido en desahuciados tales
su única,cegadora aparición.
Antonio Martínez Sarrión