El Holocausto español
Paul Preston
DEBATE
"Morir por las ideas, nunca matar por ellas"
Melchor Rodríguez
Después de leer este magnifico libro de Paul Preston, una de las figuras que más me interesó, fue la de Melchor Rodríguez, una especie de Schindler a la española. Desde su cargo de delegado especial de prisiones en el Madrid sitiado salvó miles de vidas. En el entierro de Melchor en 1972, en pleno franquismo, se cantó a las barricadas. Martín Artajo, leyó un poema y rezó un padrenuestro, el féretro se cubrió con una bandera anarquista y, estos y los franquistas se fundieron en un mismo adiós.
Un ejemplo del afán vengativo de la "justicia" franquista, que alcanzaba incluso a los que habían trabajado para atajar la represión en la zona republicana, fue el caso de Melchor Rodríguez, cuyos empeños y logros en salvar la vida a un buen número de derechistas en Madrid había llevado a varios de sus compañeros anarquistas a creerle sospecho de traición. Incluso su esposa acabó convenciéndose de que, por lo menos, se había dejado utilizar ingenuamente por la Quinta Columna, y al principio de 1939 lo abandonó cuando Rodríguez se negó a reconocer tales extremos. Tras aceptar que la Junta de Casado lo nombrara alcalde de Madrid, fue quien entregó la capital a las tropas de Franco. A continuación, el 13 de abril de 1939, fue detenido, y juzgado por un tribunal franquista en diciembre de 1939. La enérgica defensa de Ignacio Arenillas de Chaves, un abogado del Ejército sumamente competente, hizo que lo declararan inocente, pero el auditor general de la Región Militar del Centro rechazó el veredicto e insistió en que volviera a ser juzgado.Melchor Rodríguez fue juzgado otra vez el 11 de Mayo de 1940, acusado de un crimen que se había cometido en Madrid cuando él estaba en Valencia. Dos días antes del juicio le asignaron un joven e inexperto abogado para su defensa, quien no pudo reunirse con su cliente ni recibió la documentación del sumario hasta que empezó la vista. El juicio estuvo plagado de falsos testimonios. El fiscal Leopoldo Huidobro Pardo, era carlista y además había puesto por escrito los recuerdos de sus espantosas experiencias en Madrid durante la guerra, que daban sobrada medida de su hostilidad hacia los miembros de primera linea de la CNT. Sin embargo, la posibilidad de refugiarse en la embajada de Finlandia le había salvado; una iniciativa facilitada por Melchor Rodríguez. Además, el odio que Huidobro sentía por la izquierda se alimentaba del sufrimiento que le provocó la muerte de su primo, el padre Fernando Huidobro Polanco*. Desconocía, claro está, que el sacerdote lo había matado un legionario por la espalda. Así pues, no es de extrañar que acusara a Melchor de prisionero sanguinario y exigiera para él la pena de muerte. Sin embargo, la farsa se vino abajo cuando el general Agustín Muñoz Grandes apareció de improviso para hablar en defensa de Melchor y presentó una lista de cerca de 2.000 derechistas a los que había salvado la vida; entre ellos, muchos aristócratas y uno de los fundadores de la Falange, Raimundo Fernández Cuesta. A diferencia de Peiró, Melchor no había sido ministro de La República, y el testigo principal que habló en su defensa era de un rango superior a cualquier otro de los presentes en la sala. La sentencia de muerte prevista fue conmutado por veinte años y un día de carcel; el 1 de marzo de 1941 ingresó en la cárcel de El Puerto de Anta María. Después, Muñoz Grandes, en calidad de capitán general de la I Región Militar, redujo la sentencia a doce años y un día, y le concedió la posibilidad de gozar del libertad provisional.El Angel Rojo. La historia de Melchor Rodriguez, el anarquista que detuvo la represión en el Madrid Republicano.Alfonso Dominguez
El 11 de abril de 1937, el padre Fernando Hidobro Polanco perdió la vida en Aravaca, en las afueras de Madrid, supuestamente al ser alcanzado por un fragmento de metralla de una granada rusa. Este detalle contribuyó a que, en 1947, los jesuitas iniciaran el complicado proceso para su beatificación y canonización. Huidobro había salvado muchas vidas y había vivido como un verdadero cristiano. En el curso de la minuciosa investigación de la causa emprendida por el Vaticano, salió a la luz que Huidobro murió de un disparo por la espalda efectuado por un legionario de su propia unidad, acaso harto de los sermones del capellán. Al descubrir que fueron los franquistas y no los rojos quienes lo habían asesinado, el Vaticano archivó la causa.Documentos de Hidobro,pp 475-476Memorias y recuerdos
Iniesta Cano, Memorias y recuerdos