De una palabra a la otra
lo que digo se desvanece.
Yo sé que estoy vivo
entre dos paréntesis.
Octavio Paz
El canto de un pájaro le sirvió a Beethoven de inspiración para componer las cuatro primeras notas de la Quinta sinfonía. En el huerto de casa hay dos higueras, una da brevas e higos y la otra solo higos. En las mañanas de Julio la brevera parece una pajareria. Los zorzales, currucas, mirlos, carboneros y herrerillos componen un coro de voces muy diversas. Al potente canto del malvís le acompaña el más musical de la curruca capirotada y el murmullo de los mirlos. El Pico picapinos, al que no le gusta la blanda madera de la higuera, hace la percusión sobre un fresno cercano y los metales los maneja el petirrojo qué pasa de los higos, prefiera la carne de larvas y gusanos. El chochín, desde los matorrales cercanos, lanza su potentes trinos al aire.
A finales de Agosto, cuando los higos están en sazón, los artistas cambian de escenario y entonan su melodía desde la higuera, dejando a las brevas aletargadas madurar hasta la próxima primavera. En la higuera, por estar más a mano, tienen la competencia de las expertas manos de la que maneja mi barca que recoge los higos para hacer mermelada. De higos a brevas la orquesta descansa en espera del renacer de la primavera.