viernes, 31 de mayo de 2013

PARA ALBERTO RUIZ GALLARDÓN

Por el camino me explicó lo que podía hacer una joven si se quedaba embarazada fuera del matrimonio y su amante se negaba a casarse con ella. Yo sabía que los padres de estas muchachas, movidos por la vergüenza a menudo las echaban de casa, y que ellas morían poco después de hambre, frió y enfermedades, incluso antes de dar a luz. Sabía que las que llegaban vivas al parto dejaban a sus hijos en los orfanatos, que luego tenían que trabajar muy duro y que la vida se les extinguía pronto. Sabía también que algunas no eran capaces de sobrellevar la vergüenza, y para preservar el honor de su familia se suicidaban sin confesar a nadie su embarazo. Había oído decir que algunas visitaban a personas supuestamente sabías que le recetaban brebajes agrios para que se deshicieran del feto, pero a menudo ellas mismas morían envenenadas. Entonces Sigmund dijo que la gente adinerada, gracias a sus influencias y al dinero, podían burlar la ley que prohibía el aborto. En el hospital General de Viena había cirujanos que dedicaban parte de su tiempo a esta actividad vedada por la ley, pero consentida por algunos: allí abortaban las hijas y las amantes de los ricos. Ya habíamos llegado a dicha unidad secreta cuando mi hermano me reveló que él mismo había aprendido a practicar abortos, y se explayó en detalles.

LA HERMANA DE FREUD
GOCE SMILEVSKI

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