miércoles, 13 de marzo de 2013

BUFONES

José Moreno Villa, en su libro, locos, enanos, negros y niños palaciegos, refiriéndose a la gran cantidad de personas de servicio que todavía podía haber en la primera veintena del siglo XX, en familias simplemente bienestantes  poco antes del tiempo que él vivió, habla de casas donde había una criada para dar de comer a la cacatúa y otra para abrir la puerta, y en esa familia había, además, costumbres de hacer una sopa de galletas para los gatos de los alrededores. Pero yo también he visto los coletazos de esa situación, y podría decir que había persona, tanto hombres como mujeres  que podían llamarse, y a veces se llamaban, efectivamente, "de compañía", y que contaban historias para pasar el rato. Nunca oí que fueran lectoras o lectores, porque quienes los empleaban no tenían interés alguno por los libros, sino que relataban historias como los viejos bufones.
Casi siempre éstas eran historias de robos nocturnos, llevados a cabo con caretas o disfraces y travestismos; aunque también contaban algunas gracietas campesinas, y una de sus preferencias era definir a personas conocidas en unas cuantas palabras casi siempre de nada fácil comprensión, exactamente como hacían los viejos bufones como don Francesillo de Zúñiga.
Éste, por ejemplo, hace un formidable retrato del Cardenal Cisneros pintándonoslo como "galga envuelta en manta de xerga", pero luego habla a seguido del obispo de Ávila, que ayudó a Cisneros en la gobernación del reino y dice que "parecía mortero de mostaza" o "tinajón de anchovas de Bilbao", y un don Francés de Viamonte, natural de Navarra, "pastelazo de banquete enharinado en casa del conde Nasao o buey blanco en Tierra de Campos", etcétera. Ocurrencias todas como se ve, que sólo son gracietas espesas, que eran las más de las que producían también en general esos bufones caseros, que no de Corte, a los que aludo,  que tenían asimismo su repertorio de obscenidades y escatologías, de lamentaciones y letanías, y sus oficios de celestineo incluso, pero también una retahíla de rezos estereotipados.

Los cuadernos de Rembrandt
José Jiménez Lozano

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