sábado, 15 de diciembre de 2012

PRÁXEDES MATEO SAGASTA

Todo lo contrario que Emilio Castelar resultaba el "comedor" de Sagasta, tertulia de fácil acceso en la que todo el mundo hablaba cuando quería y lo que quería. O se callaba pensando en sus cosas. Don Práxedes era uno de tantos. El comedor propiamente dicho estaba junto a una habitación grande, con balcones que daban, uno a la carrera de San Jerónimo, y los otros dos a la calle de Floridablanca, frente al Congreso de los Diputados. Allí acudían a diario correligionarios de Sagasta, periodistas, forasteros y hasta simples curiosos.
- ¿Usted conoce a toda esta gente?- le preguntó un amigo al dueño de la casa.
-Le diré a usted. Al principio venían aquí muchas personas a quienes yo no conocía. Pero ahora viene muchos que no me conocen a mí.
Don Práxedes era un hombre de gran simpatía personal. La tertulia tenia lugar después del almuerzo. Al revés de lo que ocurría en otras tertulias formadas alrededor de algún personaje político, en la de Sagasta se hablaba poco de política, porque don Práxedes eludía estas conversaciones, y cuando otros se enzarzaban en ellas, el permanecía silencioso. En cambio, gustaba de comentar los hechos diarios más destacados y escuchaba con interés cuando se recogían opiniones o dichos de la calle.
Una hora u hora y media duraba aquella reunión. "Don Práxedes se despedía con un saludo afectuoso que a todos encantaba", dice el conde de Romanones, "y se retiraba a sus habitaciones para ir al Congreso o para dar un paseo. Era una tertulia", añade el conde, "que podía haberse celebrado en plena Puerta del Sol".

Las Tertulias de Madrid
Antonio Espina





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