domingo, 18 de noviembre de 2012

REVUELTA DECEMBRISTA

Turguénev siempre sintió nostalgia por Moscú como suele sentirse por el lugar donde transcurre la infancia. Recordaba las casas familiares, cómodas y templadas, las que tuvieron en las calles Shábolovka y Ostózhenka. Y esa dependencia afectiva se extendía al ámbito inmenso del país natal, que por su extensión geográfica y su diversidad humana compendia todas las contradicciones imaginable. En las dimensiones de su experiencia de joven se reproducían el absolutismo  de la monarquía zaristas, la separación de clases-desde los príncipes y nobles hasta los siervo-, las distancias inmensas y desiertas, la extremosidad de las estaciones así como la de los caracteres. Pese a la presencia de amplios núcleos de extranjeros, que llegaron como técnicos llamados por los mismos zares para ayudar al desarrollo de Rusía, ésta seguía recibiendo los influjos de oriente. Después de la guerra contra Napoleón, los oficiales ruso que entraron en París, en persecución del ejercito vencido, se interesaron por las ideas liberales y las dieron a conocer en los círculos de San Petersburgo. Impulsaron deseos de reforma de un régimen tan anticuado y posibilitaron una conjura para destronar a Nicolás I, el 14 de Diciembre de 1825, pero fue abortada. En el proceso, de los 121 acusados-los llamados "decembristas", todos nobles y militares de alta graduación-, cinco de sus principales figuras murieron en la horca y el resto fueron deportados. El efecto desmoralizador de este fracasado intento  de renovar el país perduró muchos años y desbarató la esperanza de una hipotética democracia. Nicolás I prosiguió la tradición de absolutismo de la dinastía Románov y mantuvo el país bajo un sistema policial y censorial que, no obstante  no pudo detener el avance de la oposición política.

Uan Eduardo Zúñiga
memorias de escritores rusos

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