miércoles, 26 de septiembre de 2012

ADIÓS, HASTA MAÑANA

"LA vida es en sí misma y siempre un naufragio".
Ortega y Gasset

Entre dos familias que comparten muchas cosas se produce un  asesinato por celos. Cletus es el hijo del asesino y comparte juegos con  la persona que narra lo ocurrido. Cuando el tono del cielo nos indicaba que se acercaba la hora de cenar, bajábamos, nos decíamos "Adiós y hasta mañana, y nos adentrábamos en la oscuridad cada uno por su lado. Y una tarde esa despedida cotidiana resultó ser la última. Aquel disparo nos separó para siempre.
Por esas cosas tan extrañas que nos trae la marea del tiempo, cuando te haces mayor ves las cosas que te ocurrieron en tu infancia con la perspectiva de unos prismáticos puestos al revés qué, aunque te alejen de los hechos los sigues viendo perfectamente. Eso es lo que le ocurre al narrador de la novela, que no es otro que el propio escritor William Maxwell. 
La ruptura con Cletus marcará la vida del escritor, aunque no se de cuenta hasta mucho tiempo después, lo que le hace examinar su pasado y gracias a ello nos brinda esta estupenda novela que en su brevedad encierra la esencia de la buena literatura. (Joder vaya bien que me quedó esto último). Lo que sigue a continuación es lo que siente el narrador mirando las fotografías de su padre. 

Y al mirar esas fotografías descoloridas descubro-el niño que llevo dentro descubre con una punzada de dolor- que tengo edad como para ser el padre de ese hombre que ya lleva casi veinticinco años muerto, pero me inquieta verlo feliz. ¿Por qué?
Creo que su felicidad de aquel entonces (y la de toda su vida, a decir verdad) me parecía una amenaza. No era de esas felicidades en las que participan los niños, pero ¿por qué seguiré dándole vueltas a estas alturas? No tengo ni la más remota idea.

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