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sábado, 7 de enero de 2012

EL RELOJ


Los chinos leen la hora en el ojo de los gatos.
Un día, un misionero que estaba paseando por los arrabales de Nanquín, se dio cuenta de que había olvidado el reloj y preguntó a un niño que hora era.
En un principio, el chavalito del Celeste Imperio se quedó mudo; luego, cambiando de parecer contestó: "Se lo voy a decir". Poco después, reapareció llevando en brazos un enorme gato, y, mirándole, como quien dice, en la pupila de los ojos, afirmó sin vacilar: "Falta poco para las doce". Lo cual era cierto.
En cuanto a mí, si me inclino hacia la bella Felina, la tan bien nombrada, que es, a la vez, la honra de su sexo, el orgullo de mi corazón  y el perfume de mi espíritu, sea de noche, sea de día, a plena luz o en la opaca oscuridad, siempre veo claramente la hora en el fondo de sus ojos adorables, siempre la misma, una hora dilatada,solemne, amplia como el espacio, sin divisiones de minutos ni de segundos, una hora inmóvil que no figura en los relojes, y sin embargo leve cual un suspiro, veloz como una ojeada.
Y si algún inoportuno viniera a molestar mientras mi mirada descansa en esta exquisita esfera, si algún genio grosero e intolerable, algún Demonio del contratiempo viniera a decirme: "¿Qué estás mirando con tanta atención?" "¿Qué andas buscando en los ojos de este ser? ¿Acaso lees la hora, mortal pródigo y holgazán?" Contestaría sin vacilar: "Sí, leo la hora; ¡son la Eternidad!".
¿Verdad, señora, que éste es un madrigal de mucho mérito, y tan lleno de énfasis como usted misma? En realidad, disfruté tanto tejiendo esta pretenciosa galantería que no le voy a pedir nada a cambio.

El Reloj
Charles Baudelaire
Pequeños poemas en prosa

martes, 3 de enero de 2012

LA SOPA Y LAS NUBES




Mi pequeña loca querida me estaba dando de cenar, y por la ventana abierta del comedor, contemplaba las arquitecturas movedizas que Dios hace con los vapores, las maravillosas construcciones de lo impalpable. Y pensaba, en medio de mi contemplación: "Todas estas fantasmagorías son casi tan bellas como los ojos de mi bella amada, la pequeña loca monstruosa de los ojos verdes".
Y de repente, recibí un violento puñetazo en la espalda, y oí una voz rauca y deliciosa, una voz histérica y como enronquecida por el aguardiente, la voz de mi pequeña amada adorada, que decía: "¿Se la va a comer, la sopa, maldito vendedor de nubes?

Pequeños poemas en prosa
Charles Baudelaire

martes, 19 de abril de 2011

ISMENE (YANNIS RITSOS)

(Un joven oficial de la guardia había solicitado ser recibido por la señora de la casa. (...)La audiencia le fue concedida.(...)Una inexplicable quietud y expectación. Quizá por eso ella comienza a hablar, como para llenar vacío o evitar la irrupción de algo indelicado y, sin embargo, ineludible:) 



Haría bien en venir de vez en cuando-es algo que me agrada. Aquí
el tiempo transcurre con lentitud; ya nadie viene ni se va,
solo el habitual deterioro de la madera de los muebles,
de las vigas en el techo, de los suelos y las escaleras,
de los enlucido, lo utensilios, las cortinas y los goznes-
deterioro lento, herrumbre silenciosa, sobre todo en las manos y los rostros.

Los grandes relojes de pared se detuvieron- ya nadie les da cuerda;
y si alguna vez me paro frente a ellos, no es para ver la hora,
sino mi propio rostro reflejado en su cristal,
curiosamente blanco, como el yeso, impasible, ajeno al tiempo,
mientras en sus foscas profundidades las agujas detenidas,
justamente más allá de mi imagen, simulan un bisturí sin movimiento
que no sirve ya para abrir una herida, no tiene
nada que extraerme-miedo o esperanza, espera e impaciencia.

(...)

Si me quitara todas las pulseras, si por la noche dejara sueltos mis cabellos
si desatara los cordones de mis sandalias y, sobre todo, si me sacara
estos pesados collares que me aprietan la garganta como argollas
apuesto a que saldría volando, me volatilizaría. No quisiera.
Quizá por eso los uso, De alguna manera me fijan,
aunque con frecuencia me estorban;
-aun en sueños los llevo puestos,como si fuera
un perro al que yo misma he atado frente a una puerta caída.

Un foso de silencio-como dijera usted-rodea esta casa,
respetable o no-mejor si no existiera. Por aquí cerca, quizá dentro de mi,
hay un corredor estrecho, sin claraboyas,
sin lamparas ni puertas,-no conduce a ningún lado; huele
a tablones podridos, a polvo, moho, cucarachas, huele a tiempo envejecido;
hombres silenciosos pasan llevando sillas desvencijada
grandes cajones de madera, cuadros, vetustos espejos-

A veces cae un cristal, un clavo o la lívida mano
del retrato al óleo de un mariscal o un ramo de violetas
de las manos diáfanas y delicadas de una dama dibujada-
nadie se agacha a recogerlas; por otro lado, ni siquiera se ven
en medio de esa pacificadora persistencia de las sombras, donde todo
ha pasado al dominio de lo no explotado, de lo no expresado,
del silencio de los ratones.
Lo único que se oye es el pasar de los ratones (para nada sus roeduras-
esas cosas ya no tienen densidad, no son roíbles), solo
su paso arrastradizo por las paredes y por nuestro cuerpo
o, más bien, dentro de nuestro cuerpo.

Bella ocupación la de seguir ese derrumbamiento silencios
hacia un vació tan hondo (sin fondo y sin fin)
que infunde una sensación de inmensidad
algo como las grande ideas que nombramos con orgullo:
libertad, inmortalidad, eternidad y otras.

Yannis Ritsos

sábado, 27 de noviembre de 2010

DESDE EL FONDO DEL CUERPO


...Siento dolor de quien no duerme,
de quien pasa la noche esperando
que despierte el silencio.

No dormía, pasaba horas y horas a la escucha, acabando por distinguir en lo enmarañado de los sonidos los rumores más ínfimos, la araña tejiendo su tela o, todavía menos audible, la luz abriéndose camino a pulso ente la espesura de los cortinajes. El silencio llegaba tarde, perdido en la calle el eco de los paso postreros. Solo entonces adquirían relieve aquellos golpes venidos del fondo del cuerpo. Siempre habían estado allí, pero solo a aquella hora surgían limpios de otros ruidos, cada uno de ellos con perfil de espada. ¿Hasta cuándo irían a durar? Porque llegaría un momento, de eso no tenía la menor duda, en que el desierto de la noche y el silencio del cuerpo formarían una sustancia única, para siempre inseparable del ardor del roció, subiendo matinal los últimos peldaños.

Eugénio de Andrade


miércoles, 24 de noviembre de 2010

DEL OTRO LADO



...Desde la vulva inicial, el hombre no es más que camino.¿Hacia dónde? Eso es lo que no sabemos. ¿ Pero merece la pena preguntarlo?

También yo me he sentado ya algunas veces a las puertas del crepúsculo, pero quiero decirte que mi comercio no es el del alma, hay iglesias de sobra y nadie te impide entrar. Muere si quieres por un dios o por la patria, eso es cosa tuya; hasta puede suceder que mueras por algo que te pertenece, pues siempre patrias y dioses han sido propiedad solo de algunos, pero no me pidas a mí, que solo conozco los caminos de la sed, que te muestre la dirección de los manantiales.

Eugénio de Andrade

lunes, 15 de noviembre de 2010

INMORTAL SONATA DE LA MUERTE

Atardecer en Gijón
No hay pasados ni futuros sino una rueda de presentes que gira continuamente alrededor de un eje cuya naturaleza no podemos adivinar. Para defendernos de esta ignorancia hemos forjado la gran ilusión de que la rueda se desliza por un camino que procede del pasado y conduce al futuro. (La rueda)
Rafael Argullol

Inmortal Sonata de la Muerte

Al fin he descubierto el verdadero nombre del insomnio. Pasan los siglos como mansos bueyes, los acontecimientos como caballos con la crin dura por la velocidad. Pasan las canas en una multiplicación sistemática y clandestinas. Pasa mi padre hacia donde le aguarda el suyo. Pasan todos cuantos conozco, todos aquellos que amo. Pasa la especie donde habito. Pasa todo en silencio. Somos los lentos forajidos que inventamos los mitos, las religiones y la historia, el lenguaje, las drogas y el amor, únicamente porque sabemos que vamos a morir. Ahora se que un abrazo llevan al fondo un pequeño violín de espanto, una matriz de desconcierto. Y en la alta noche, a unos pasos de los antiguos y a unos paso de nuestros futuros arqueólogos, nos sentamos sobre las mantas, ateridos de perplejidad y de emoción. Y algo gigante y cósmico nos acaricia un poco nuestra cabeza ebria, antes de que tengamos tiempo de llegar, como locos, al interruptor de la luz.

Felix Grande

martes, 21 de septiembre de 2010

NADA HAY EN EL MUNDO



"En esta fuente que habla con sordina
de alguna cosa que yo no se entender
he bebido con ansia un agua pura
y a su pie me he sentado a descansar.
No había en el aire nada mas que luz,
una luz cenicienta y solitaria
despidiéndose frágil por los cielos.
Y a medida que la luz se diluía
en las sombras que nacen lentamente,
la fuente en el silencio más se oía.
Nada hay en el mundo. Nada. Nadie.
Solo un agua fresca que susurra
un secreto que yo no se entender.
Me levanté por fin. Muy tenuamente
una estrella brilló sobre la fuente."

Antonio Botto

martes, 20 de julio de 2010

LAS VENTANAS (CHARLES BAUDELAIRE)



El que mira desde fuera por una ventana abierta no ve nunca tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrante, que una ventana iluminada por la luz de un candil. Lo que puede verse al sol es siempre menos interesante que lo que sucede tras un cristal. En ese agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, alienta la vida.
Más allá de las oleadas de tejados veo a una mujer madura, arrugada ya, pobre, inclinada siempre sobre algo y sin salir nunca. Con su rostro, su vestido, su gesto, su casi nada, he rehecho la historia de esa mujer o, más bien, su leyenda, y algunas veces me la cuento a mí mismo llorando.
Si hubiese sido un pobre viejo, habría rehecho la suya con la misma facilidad.
Y me acuesto, orgulloso de haber vivido y sufrido en otros distintos de mí.
Puede que me digáis: "¿Estás seguro de que esa leyenda es la cierta?". ¿Que importa lo que pueda ser la realidad que se encuentra fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy?

Pequeños poemas en prosa
Charles Baudelaire

P.D. Habitación en Nueva York.
E. Hopper, 1932

lunes, 22 de diciembre de 2008

Faime riir, compañeru



Faime riir,compañeru.
Falame d'eses coses
que tanto me presten
Emplega'l to inxeniu como sabes
y fai otra vegada
que la murnia nun m'aprete nes coraes.
Que'l mieu
nun me faiga les nueches espantibles
Que la llercia
nun m'acorripie nos requexos
a cada pasu

Faime riir,
que cuele la to voz sele
nel mio oyíu.
La to voz, compañeru,
de besos,de penes y caleyes.
Apúrriame les manes,
arródiame nos brazos,
ya ves
que nun soi pa ser mayor
y que me asusten los trasgos
les bruxes y los diaños.


II


Ya sé que nun me perteneces,
que detrás d´esos güeyos
grandes y melgueros
escuéndese
un tarrén ensin llendes.
Furacos abismales,
llarga nueche de tormentes
detrás de los güellos,
amor míu.
Escuéndese, sordu y mudu,
un canciu de naide,
sueños,
llames que non aliten nel son
del mio llar.
Yo sélo,
qu´allá no más fondo
hai un ventanu qu´asoma a otru camín,
tapecíu
d´entrincaes pallabres
como fueyes de sonrisa
que cain entre l´orpín.
Yo sélo, amor,
anque a vegaes me fales d´otres coses
o me pieslles la boca con besos.

Mª Teresa González