viernes, 10 de febrero de 2017

JOHANN SEBASTIAN BASCH y (3)

Con doce años bajaba a escondidas al piso inferior mientras todos dormían, robaba un manuscrito que el gilipollas de su hermano no le dejaba consultar, lo copiaba, lo escondía, y a continuación dejaba con cuidado el original en su sitio y volvía a la cama para dormir unas pocas horas antes de levantarse a la seis para ir a clase. Estuvo haciendo eso durante seis meses, hasta que tuvo la partitura completa y pudo estudiarla, fijarse en todos los detalles, empaparse de ella. Le gustaba tantísimo la armonía que cuando los dedos no le alcanzaban se metía un palo en la boca para pulsar más notas del teclado y así lograr el subidón que buscaba. La chacona la compuso en memoria de su mujer cuando murió, el gran amor de su vida. Es para violín solo y se trata de una de las seis partitas (cómo no) que compuso para dicho instrumento. Aunque no solo se trata de una composición, es una puta catedral musical erigida para recordar a su mujer, la torre Eiffel de las canciones de amor. Y el punto culminante de esta partita lo constituye el último movimiento, la chacona. Quince minutos de desgarradora intensidad en la conmovedora clave de re menor. 

JAMES RHODES
INSTRUMENTAL

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