jueves, 22 de septiembre de 2016

JUAN NEGRÍN

Releyendo las magnificas memorias de Francisco Ayala me encuentro un episodio sobre Juan Negrín que me hace comparar a aquel personaje con los ganapanes de políticos que tenemos ahora. Si en España hubiera personas como él no estaríamos en la situación actual. Pero ahora solo hay arribistas que utilizan la política como medio de vida y, algunos, para forrarse en nombre de Dios y de la Patria.

A mediados de mayo del 37 ya Largo Caballero había sido desplazado y ocupaba la jefatura del Gobierno don Juan Negrín, que había sido ministro de Hacienda en el anterior. ¡Extraordinario personaje este doctor Negrín! Catedrático de la Facultad de Medicina, investigador científico formado-¡cómo no!- en Alemania, y, por lo demás, hombre de sensualidad pantagruélica, insaciable en sus apetito naturales que satisfacía sin inhibición ninguna, nadie hubiera podido sospechar que su poderosa y fulminante inteligencia y su energía inagotable habría de aplicarse un día a las tareas del Gobierno. ¡lastima que ese día llegase demasiado tarde! Ignoro, como se dijo, que Prieto lo nombró para poder manejarlo; pero lo cierto es que el hombre emergió con vigorosísimo carácter. Ya antes, como ministro de Hacienda había llevado a cabo Negrín una operación de largo alcance, y la había cumplido en silencio: la de convertir el cuerpo de carabineros (policía de aduanas dependiente de su departamento) en una fuerza militar selecta, bien armada y dotada de espíritu combativo. Un instrumento que terminada la contienda con una eventual derrota del fascismo sería el instrumento que evitaría la implantación de un sistema marxista totalitario en España. Los carabineros de Negrín eran en su mayor parte jóvenes socialistas de clara orientación democrática y estaban encuadrados por una oficialidad que se reclutaba sobre todo entre los hijos de la burguesía liberal (o entre los liberales hijos de la burguesía).
Demasiado tarde permitió el destino que entrara en juego una personalidad de tan altas prendas como era don Juan Negrín que si se hubiera hallado en posición de poder cuando todavía las cosas tenían remedio ( y no digamos si hubiera sido él con su fabulosa capacidad ejecutiva, y no don Manuel Azaña) otro gallo nos hubiera cantado. Durante la guerra solo una vez hablé con él, cuando era jefe del Gobierno, para una consulta delicada que fui a hacerle desde Praga. LLegué a Barcelona, pedí una entrevista y acudí a donde estaba reunido con su gobierno a altas horas de la noche. Tras breve espera, salió al salón y, entre puertas, escuchó lo que yo le decía: media palabra le bastó para enterarse del asunto y medio minuto para darle solución y volverse adentro. Así era él de expeditivo, eficaz y seguro.
Recuerdos y olvidos
Francisco Ayala

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