martes, 12 de julio de 2016

TÚ NO ERES COMO OTRAS MADRES

La autora de este libro no pudo titularlo mejor: Tú no eres como otras madres. Y uno añadiría: y tú lector, lectora, no has leído nunca un libro como este. Yo al menos, no lo había hecho. Es un libro fascinante, abrumador único. Casi no parece ni un libro ( a tanto desprestigio puede llegar la literatura cuando se mide con la vida)
Andrés Trapiello.

Así empieza la reseña que Andrés Trapiello escribió para Babelia. En tan pocas palabras no se puede decir más. Tú no eres como otras madres. La editorial Periférica, que sabe lo que se cuece, añade la siguiente nota en sus libros: Los editores autorizan la reproducción de este libro, de manera total o parcial, siempre y cuando se destine a un uso personal y no comercial. En el año 1939 se narra la llegada de los protagonistas a Sofia una de las muchas, todas, paginas memorables de este libro. Traducción impecable. La traducción de esta obra ha sido apoyada con una ayuda del Goethe Institut.

Fuimos al hotel en taxi. Era un cacharro viejo con asientos llenos de manchas que crujían en sus costuras. El conductor hablaba solo en voz alta, seguramente maldiciendo. Hacía un calor achicharrante y la ciudad era un pandemónium: automóviles de los primeros años treinta que no habían sido lavados nunca y parecían haber experimentado varias colisiones; Tranvías que, más que rodar, chacoloteaban y renqueaban, chirriando en los raíles con un estrépito que desgarraba el tímpano; carruajes llamados "faetones", con cocheros que hacían restalla el látigo desde el pescante y caballos con tintineo de cascabeles y, en el pescuezo, ristras de bolas azules contra el mal de ojo; burros con pilas de fardos y carromatos tirados por mulas o bueyes sobre los que se balanceaban cargas de fábula; autobuses y camiones que se abrían vía a bocinazos y sin contemplaciones por el caos del tráfico. Un hervidero de gentes, hombres bigotudos en mangas de camisa, que para mi asombro, caminaban cogidos de la mano o, más extraño aún, con los meñiques enganchados; mujeres sin sombrero y con las piernas desnudas, alguna con vello negro, que se cogían de las manos y parecían tener mucho que contarse; labriegos con las pantorrillas liadas con una venda blanca y fajines rojos en la cintura; campesinas con trajes típicos de bordados multicolores que acarreaban grandes cestas y cántaros orondos; muchachos de cabeza rapada y mozas de gruesas trenzas vestidas con batas negras o el uniforme de su escuela, soldados, igualmente pelados, y aciquelados oficiales, con uniformes sórdidos los primeros y pulcros los segundos; elegantes cadetes de azul genciana con cinturones de charol rojo en los que refulgían sables plateados. Bloques de viviendas de alquiler, de no más de cinco plantas, con maltrechas fachadas y ventanas sin limpiar, casitas con antejardines  desordenados, muchas tiendas, locales y puestos de venta de apariencia destartalada...
-El vivo retrato de los Balcanes.



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