lunes, 21 de diciembre de 2015

EL OLVIDADO

El mendigo y el príncipe avanzan hacia la muerte, pero su ruta no es la misma.

-Escucha-le dice ella-. ¿Crees que no tengo miedo?
Tengo miedo de envejecer, de volverme fea, de ponerme enferma, de morir. Pero, mientras sea joven, quiero que mi juventud me haga feliz; mientras sea hermosa, quiero que mi belleza te embriague. Naturalmente, aquí abajo todo es provisional. Pero decir que, porque el porvenir nos amenaza y la muerte existe, no tenemos derecho al amor y a la vida, es como resignarse a la derrota y a la vergüenza, y eso jamás lo admitiré.
-Pero...
-No digas nada. Lo digo yo: piensas en tu padre y eso te desespera. A partir de ahora yo también pensaré en él, pero pensaré en él para no desesperar. ¿Está solo? Pero está vivo.¿Está triste? Pero reacciona, la luz se refleja en sus ojos. ¿La sombra en la vejez? Recordaremos lo que él ha sido.
   Gracias, Tamar.

EL OLVIDO
ELIE WIESEL
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Editorial

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