jueves, 4 de diciembre de 2014

SERMÓN DE NAVIDAD (fragmento)

La alondra rezagada canta en el silencioso cielo
y desde el occidente,
donde el Sol, concluida su labor del día,
se demora como si estuviera satisfecho,
se cierne sobre la vieja y gris ciudad
una presencia luminosa y serena,
una reluciente paz.
El humo asciende
entre brumas rosadas y doradas: las agujas
de la iglesia brillan y se transforman. En el valle
se alargan las sombras. La alondra continúa su canto y el Sol,
concluyendo su bendición,
se hunde mientras el aire se oscurece
y se estremece por la sensación de la noche triunfante:
la noche que ofrece su cadena de estrellas
y su generosa dádiva del sueño.
¡Que así sea mi partida!
Que, concluida mi tarea y consumado el largo día,
que, recogida la recompensa, haya en mi corazón
una alondra retrasada que cante;
que así me sea dado retirarme hacia el silencioso
occidente,
un ocaso espléndido y sereno:
la Muerte.

Robert Louis Stevenson


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