miércoles, 5 de noviembre de 2014

UNA PRECIOSIDAD DE VIEJA

Doña Micaela era pequeñita, tiesa, con un pelo blanquísimo, una tez nacarada, ojos claros y facciones muy finas: una preciosidad de vieja. Un día estaba Pío Baroja en la huerta quemando restos de algunas plantas secas y doña Micaela que paseaba  por la carretera con su sobrina, le dijo: "¡Ahí está Baroja. Siempre con su gana de destruir!". En otro la quema le hubiera parecido normal. Sin embargo, doña Micaela creía que la humanidad había perdido un gran  médico en mi tío, porque, según decía era el que le había entendido mejor en su dolencia. Ella se quejaba de que sentía flaqueza de ánimo, debilidad "trishtura". Un día mi tío le dijo: " A usted, doña Micaela, lo que le conviene es tomar después de comer una tacita de café puro con mucho azúcar y media copita de anís". La receta fue mano de santo y doña Micaela se lamentaba de que un talento médico tan luminoso se viera perdido en especulaciones revolucionarias.

Los Baroja
Julio Caro Baroja


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