lunes, 3 de noviembre de 2014

INMADUREZ BLINDADA

Ir cogiendo peso, quedarse calvo. De repente, ya no eres joven, físicamente joven. Por dentro-como dicen- eres el mismo adolescente inseguro de siempre, un bloque de inmadurez blindada, en parte gracias a la experiencia y las desilusiones necesarias. Ahora, si te miras en el espejo, te desconoces y desagradas más que nunca. Si alguna vez tuviste gracia física o esperabas tenerla, ya no la tienes o no la tendrás nunca. Es innoble, descarado, diría incluso que injusto, si la justicia tuviera algo que ver con todo esto. Ahora eres eso que todo el mundo puede ver por la calle, y ya lo será para siempre, porque eso que ven, eso es lo que serás. Ingresas en los circulos purgatorios de la fealdad, decaer año tras año, y tampoco tienes la voluntad de enderezar tu cuerpo con disciplinas físicas, gimnasia, dietas o lo que sea. Pero por dentro" tengo más ganas de vivir que nunca, la constatación de un deseo joven envuelto por una carne que envejece, saber que-si Dios quiere-nada puede sustituir las curiosidades que siento, las mil cosas que quiero escribir, los miles y miles de libros que tengo que leer. Esto y la pura permanencia biológica permite levantarse cada mañana sin pesares y reiniciarlo todo, y ser un poco más transigente con nosotros mismos y con los demás. Forma sesgada de madurez: saber que todas las cosas que te rodean-el mundo exterior- son mucho más importantes que tú. Tropezar y levantarse; pecar y arrepentirse; decaer y un espiritu más joven. El resto es seudoliteratura.

Ratas en el jardín
Valentín  Puig

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