viernes, 4 de julio de 2014

LA LITERATURA COMO SALVAVIDAS

Un escritor es como el albañil que en un solar vacío, en su caso la pagina en blanco, construye una novela. La narración será la morada que los lectores habitaremos en régimen de alquiler durante un tiempo. Si la novela está bien construida, los años le sentaran cada vez mejor. La Catedral de las letras. Cuando terminas su lectura la dejas en una estantería con otras, que en su momento te gustaron, y si algún día vuelves a ella te puede ocurrir, como cuando visitas las casas de tu infancia, que unas te parecen pequeñas y feas y otras, en cambio, las veras más hermosas y luminosas que la primera vez. La buena literatura no solo es un salvavidas contra el aburrimiento, incluso en momentos determinados, te pueden salvar la vida pero de verdad.  
El retrato de Villalonga atraviesa el tiempo y refleja el mundo, eso que todo escritor desea y tan pocos consiguen. Mario Verdaguer también lo consiguió pero le sirvió de poco. Fue, si puede llamársele así, el único escritor europeo de esta generación perdida. Desde luego era el único que sabía alemán. Tradujo a Thomas Mannn y a Ernest Jünger. Eso en cierto modo le salvó. El coronel auditor que presidía el tribunal que lo juzgó después de la guerra había leído La montaña mágica o Los Buddenbrok, en la versión de Verdaguer. Lo que nos hace pensar en que algún miembro del ejército sublevado como en esos militares cultos que rodearon a De Gaulle frente a los alemanes. ¿era Mario Verdaguer un comunista peligroso, un acérrimo republicano o un empecinado separatista? Quiá. Entonces, ¿por qué ese consejo de guerra? Verdaguer era un intelectual burgués, el equivalente español a Sándor Márai o Stefan Zweig-al que también tradujo-, a quien el final de la guerra pilló en Barcelona, trabajando en la Vanguardia. Eso le valió un par de años de cárcel. A saber, si el coronel auditor no hubiera sido un detallista coronel lector.
En la ciudad sumergida
José Carlos Llop

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