viernes, 27 de junio de 2014

VANIDAD DE VANIDADES

La tradición continúa. Y en la tradición, la fantasía vanidosa y la tomadura de pelo inherente a la vanidad. La gran comedia de la distinción social no por lo que se se es, sino por lo que se representa, costumbre que en la provincia resalta  como en un laboratorio de pruebas. 
José Carlos Llop (En la ciudad sumergida)

Si uno no supiera que estas memorias del escritor José Carlos Llop fueron publicadas en el año 2010 y que el suceso que a continuación se extrae ocurrió en 1968 podría a llegar a pensar que el conde italiano e Iñaki Urdangarín eran la misma persona. Pero no lo son. Lo que no cabe la menor duda es que en todos los tiempos hay gente que sabe explotar la vanidad de las personas en su beneficio y que siempre habrá unos que se lucren y otros que corran con los gastos, los advenedizos con ganas de fama y los políticos con el dinero de los demás. Excelentes memorias sentimentales de Palma de Mallorca. También acabo de releer el dietario La Escafandra, del mismo autor.

Cuando yo tenía doce o trece años vino a Palma el novelista George Simenon, invitado por la organización de los premiso Hammarskjöld apellido de un antiguo Secretario General de la ONU.Un conde italiano que había sido directo de orquesta fue el creador de los premios; el entonces embajador de España en Roma-años después ministro -, su ingenuo valedor en el gobierno de Franco, y Palma, la ciudad elegida para la entrega del Gran Collar Hammarskjöld a las personas merecedoras de tan excelsa distinción.Los premiados eran de dos categorías: los que daban lustre al tinglado y los advenedizos, deseosos sino de poseer el Gran Collar-que también-, si cualquier otra condecoración ideada por el conde. Los primeros eran invitados a todo plan. Los segundos pagaban los gastos de unos y de otros y así recibían el oropel del medallero. Distintas personalidades locales pertenecían a este segundo grupo.Por si no bastaba con uno, el conde italiano se juntó con otro dudoso personaje, un sudamericano que se presentaba como descendiente directo de Moctezuma, Príncipe del Sol y miembro de la Gran Orden Tolteca que también se había inventado unos premios internacionales y ambos se aliaron para dar más relumbrón a los festejos palmesanos. Fue entonces cuando llegó Simenon, acompañado por su pipa y su hijo Marc, a recoger el Gran Collar por el valor de su extensa obra literaria. Ese mismo año también fueron premiados el marqués de Villaverde-yerno de Franco- y el sudafricano Christian Barnard, pionero de los trasplantes de corazón. La ceremonia se celebraba en el alucinante decorado del Pueblo Español. Allí junto a un templete donde se colocaba una lampara de aceite encendida-la lampara de la filosofía, decía el conde-, se condecoró a los premiados que debían de acercarse con una capa tan postiza como el templete. Bernard y Villaverde se acercaron tambaleantes con una cogorza de campeonato. Hubo algún problema al acercar el cuello al conde. Simenon vestido con chaqué y bombín, lo contempló todo entre el pasmo y el escepticismo. Pero no renunció al gran collar.El conde italiano y el príncipe azteca acabaron denunciándose mutuamente en los tribunales de Justicia. Nadie recuerda ya en la ciudad cómo acabó el pleito.



2 comentarios:

  1. No recuerdo los hechos con tanto detalle como tú, pero a principio de los 70 vino a Valencia un personaje ofreciendo unos premios fantasmagoricos, totalmente inventados, ofrecidos a gerentes y administradores de Pymes, cuya entrega en una cena montada a lo americano se ofrecia en un local de gran notoriedad. Previamente habia venido en prensa un reportaje de galas anteriores en otras ciudades, en un artículo pagado de media página.
    Todo sucedió como estaba programado y medio centenar de empresariores mediocres tuvieron su galardon a la vanidad, rodeados de sus familiares y amigos. El promotor no hizo mal a nadie y se embolsó no menos de tres millones de pesetas limpios.

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    1. En Asturias tenemos los Premios Príncipe de Asturias, que también son una fantasmada y además cara. ¿Y ahora? que el Príncipe ascendió ascendió a Rey.

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