viernes, 19 de julio de 2013

LA VISITA

Para combatir nuestros demonios interiores podemos acudir al psiquiatra pero sale caro. Yo solo voy cuando me aburro. Dos centímetros por encima del codo existe lo que se conoce como el "Epicóndilo medial", con ese nombre solo puede ser "el hueso de la risa". Pues bien, el otro día acudí al médico de familia para decirle que por las noches sentía risas, me miró de arriba a abajo y me dijo "Ya solo me falta hacerte la autopsia". Me dio una receta. Cuando se la entregué a la farmacéutica ésta me miró al revés, de abajo arriba y me dijo: esto es para la Biblioteca. Ya me parecía a mi que este médico es muy aficionado a la lectura, siempre que lo voy a ver, que son todos los días menos los fines de semana, está leyendo un libro que se titula El Vademécum. La receta ponía: Benito Pérez Galdós La Sombra. Después de leer a Benito no me queda la menor duda, la autopsia, después de muerto.
-¡Irme! no puede ser-contestó mi enemigo, encendiendo un cigarrillo de papel-. Ni yo, aunque quisiera tengo poder para abandonarte. Mientras tú tengas ideas y sensaciones yo estaré aquí. Renuncia a todo eso y me iré; resígnate a ser, en vez de hombre inteligente y sensible, una máquina automática, sin ninguna vida espiritual; resígnate a ser un bulto vivo, y entonces me marcho.
Por lo que he visto desde entonces, comprendo que se engaña el que crea poder eximirse de este gaje de angustias con que pagáis el orgullo de ser la flor y nata de lo creado; comprendo la inmensa verdad que encierra el dicho de Goethe: "El que no está preparado a la desesperación, no está preparado a la vida". Ánimo no eres tú el primero de los que se aniquilan quemándose en la llama de la vida, cómo se quema la mariposa en la luz: tú no eres el primero, eres un ejemplar de esta rica colección de mártires que han hecho del vivir una bella y sorprendente epopeya.

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