viernes, 22 de marzo de 2013

EL ORADOR Y LA MORENA

Lucio Licinio Craso el Orador, vivió durante un tiempo como un besugo, enamorado de una morena. La morena no era guapa pero si callada y tenía  memoria de pez; le prometías llevarla a comer pulpo a la gallega y, como estaba muy caro, la llevabas a comer sardinas a la plancha y no se enfadaba. La morena tenía siempre los ojos rojos y Domiciano  decía que era por beber demasiado. El que bebía demasiado era él que todo el día le estaba dando al Daikiri, la morena solo tomaba agua sin alcohol. Cuando la morena murió, Domiciano quería comerla en salsa verde y como Craso se negó, lo estuvo criticando en el Senado, diciendo que estaba  enamorado de una morena. Craso, en lugar de enterrarla, la incineró, y, la comió a la parrilla, luego se  fue con los amigos a Orar al Senado.

 Craso tenía gran cariño a una morena mansa de su estanque, un pez opaco, mudo, de ojos rojos, que se convirtió en tema de conversación en la ciudad; y cuando en cierta ocasión, Domiciano, queriendo tacharle de chiflado, le reprochó en el senado haber vertido lágrimas por la muerte de aquel pez, Craso le contestó: "De esa manera hice yo a la muerte de mi pez lo que vos no hicisteis al morir vuestra primera, ni vuestra segunda mujer.
Carta de Lord Chandos
Hugo von Hofmansthal
La morena comiendo un carabinero

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