martes, 26 de marzo de 2013

DOS HISTORIAS NADA DECENTES

Lo más indecente de Dos historias nada decentes (Alan Bennett) es no disfrutar de los dos relatos que forman el libro, La señora Donaldson rejuvenece y La ignorancia de la señora Forbes. 
La señora Donaldson  viuda de un marido del que estaba harto, en este caso el dolor y la muerte no iban unidos y, con una hija, representante de su padre en la tierra, necesita para completar la pensión de viudedad trabajar a tiempo parcial como simuladora; hacer de paciente en un hospital para ilustrar las clases del doctor Ballantyne. En sus actuación la señora Donaldson se muestra como una hábil actriz superando todas las expectativas en simulación.
-Recuerde usted es el médico. No es policía ni sacerdote. Tiene que aceptar a la gente tal cual es. Recuerde también que aunque usted sepa, por lo general, más que el paciente sobre su estado, es él quien lo padece, y esto, más que cualquier otra cosa, le otorga una especie de sabiduría. Los conocimientos que usted posee no le facultan para creerse superior. El conocimiento lo convierte en el criado, no en el amo.
Si el primer relato es divertido, el segundo, más corto, supera la expectativas del anterior. Una narración llena de equívocos donde nadie es lo que parece. Un hijo que juega en el bando contrario. Una madre, que con su aire de suficiencia y desenvoltura hace creer a la gente que es viuda. Un marido que optaba por la modalidad silenciosa y una nuera que sabe todo lo que los demás ignoran. Como muchos hombres guapos, Graham Forbees había elegido casarse con una mujer no tan agracia como él y hasta un poquito mayor...

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