martes, 5 de febrero de 2013

EL ABAD SUGER (1)

Bajo el manto del Abad Suger se escondía intensas pasiones. El iniciador del gótico irritaba a sus contemporáneos con su amor pasional por la suntuosidad. Cuando escribía sobre el oro, los cristales, las amatistas, los rubíes y las esmeraldas que le habían traído por sorpresa tres abades para que los incrustara en un crucifijo, sus ojos brillaban con un fulgor muy laico. Y la modestia no fue precisamente una de sus virtudes. Entre los gastos de la abadía preveía los costes de su funeral, que en aquella época era un privilegio  reservado a los reyes. Mandó colocar trece inscripciones en la catedral de Saint-Denis que destacaban sus méritos. En uno de los vitrales lo podemos observar a los pies de la Virgen María. Sus piernas están dobladas piadosamente, pero sus manos destacan por su vivacidad. Y además su nombre está escrito en mayúsculas como el de la Virgen.  

Un bárbaro en el jardín
Zbigniew Herbert
Acantilado

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