martes, 20 de noviembre de 2012

EL CLAVO EN LA PARED

Ayer sostenía con puntual obsesión un cuadro,
acaso un retrato que el camión de la mudanza
se llevó hoy con los demás objetos de la casa.
En su lugar, sobre la pared oscura del salón,
sólo queda la exacta huella de un rectángulo
más claro: un territorio inmaculado, un estado
de beatitud que el clavo-insecto quieto
y solitario-se empeña aún en custodiar.
Ni el óxido, ni la humedad, ni otras manos:
nada podrá arrancarle de su puesto de trabajo,
hacerle abandonar la nueva misión encomendada.
De algún modo, desde lo más profundo de su alma mineral,
el clavo piensa, sospecha, acierta y da en su propio clavo:
ha conseguido el ascenso merecido y ahora el tiempo
le confía su mejor autorretrato, su gran obra maestra.

Jesús Jiménez Domínguez
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