sábado, 28 de abril de 2012

INFLACIÓN RELIGIOSA


Aunque serían necesarios unos años más para que me diera cuenta de hasta qué punto los derrotados de la contienda civil no éramos solo nosotros, los que nos fuimos; los derrotados eran todos aquellos que lucharon, equivocados o no, por una España distinta. Los triunfadores eran los de siempre, los del "resurgir" de la patria, es decir, los beneficiarios de la España eterna.

Lo que yo vi a mi llegada es lo que algunos llaman, con encomio, la España Eterna; para mí fue, más bien, un fantasma que cobraba realidad. No tanto lo que dejé como lo que había olvidado. No había monarca pero sí una pseudocorte que aparecía siempre, falta de una postura habitual, como endomingada. Las iglesias rebosaban de público noche y día; los caballeros, incluidos aquellos, harineros o traficantes, de los cuales la lengua pública no se recataba gran cosa en nombrarlos como defraudadores del fisco, o del bolsillo particular, iban por la calle, cargados píamente con su rosario y sus gruesos misales negros, como si una emulación excitada , y provechosa, les hiciera olvidar, durante sus fervores, el sabor de sus culpas. Las procesiones, los ejercicios espirituales, las comuniones diarias, los rosarios de la aurora cantados por millares de seres en la foscura del amanecer, tenían en la vida ciudadana una presencia absorbente que no dejaba de desconcertar, aun sabiendo que se estaba en España o por ello mismo; más que un país de estirpe católica se sentía uno entre conversos de nuevo cuño, de tal modo  la devoción se mostraba exacerbada y, dado lo acentuado de su exterioridad, como impúdica- un cardenal de la curia romana dijo, a un personaje republicano que le visitó en Roma, que España sufría una inflación religiosa-.

Memorabilia
Juan Gil Albert

PD Juan Gil Albert regresó a España en el año 1947, 65 años después sigue habiendo harineros(traficantes) y presencia absorbente de religión, bien remunerada.  

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