domingo, 15 de abril de 2012

CRISTIANOS, ÁRABES Y JUDÍOS

Me fizo gana
la fruta temprana.

En su día el califato de Córdoba fue un jardín en descampado, no digo que en España, en Europa entera: un oasis. Las campanas cristianas tañen de madrugada; al atardecer el muecín recita desde el alminar la oración de la tarde; y ninguna de esas voces impide que el judío cierre el sábado el tenderete viendo cómo a su lado se prepara el católico para su fiesta dominical. El analfabetismo-estamos en Andalucía- es un problema casi inexistente en aquel foco intrincado de la vida en común. La gente se baña y lee. Es verdad que el califa goza de unas pilas de  mármol rosa, con cañerías de plata, un tanto desproporcionadas para nuestras exigencias modernas de lo igualitario, pero no perdamos de vista que, junto a los baños, estaban las bibliotecas con todos los resortes del saber antiguo: la herencia griega, la judía y la particular hedonista del Corán. Podría parecer poco pero estamos en el siglo XII; y en torno a esta ascua prematura, no hay aún, en los solares que serán un día Europa, más que tinieblas, ferocidad, y algunos señores que saben mal que bien garabatear su nombre sajón.Claro que este gracioso tinglado de la inteligencia será, como siempre, arrasado por la obcecación que, en estado latente, aguarda la rencilla con que le prenda fuego, y entonces, los mismos que contendían a diario, con ese respeto mutuo que da a las relaciones humanas su máximo de moralidad, se enzarzaran de nuevo como bestias. No olvidemos que esta posibilidad nos pertenece también y que, con demasiada frecuencia, se le suele confundir con el heroísmo.

Memorabilia
Drama Patrio
Juan Gil-Albert
Tusquests

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