domingo, 19 de febrero de 2012

EL GATO ENCERRADO

EL GATO ENCERRADO
ANDRÉS TRAPIELLO
EDITORIAL PRE-TEXTOS

"Ya se que se ha escrito todo ya. Pero conviene repetirlo, para que no se olvide" Marcel Proust 

El gato encerrado es el primer diario de Andrés Trapiello; el último: Apenas Sensitivo. Diecisiete diarios publicados.  En el año 2010 hay una tercera edición Del Gato encerrado en la editorial Pre- texto, la que acabo de leer y disfrutar. Desde la publicación del primer diario en 1990 hasta hoy han  transcurrido veintidós años. Ya entonces, como se puede comprobar en este primer diario, Andrés Trapiello escribía  muy bien;  los escritores no se hacen, nacen. Yo como lector de "oído" se cuando algo suena bien y los diarios de Andrés Trapiello, suenan muy bien. Los títulos ya invitan a la lectura: Las nubes por dentro, Una caña que piensa, El fanal hialino, Troppo Vero, Las Inclemencias del tiempo.
Como también escribo de Oido...duro, mejor me callo y pongo un tráiler, cómo en el cine.    

APRENDEMOS de los poetas. Nos enseñan a mirar el pasado sin que temblemos por ello. A mí sólo me conforta el pasado, recordamos haber leído en un viejo libro de versos. Que todo haya pasado. Vivir para poder contarlo. En la vida de un hombre hay, sin embargo, un segundo supremo que se escapa al pasado: su propia muerte, aquello que puede ser contada por todos, menos por su protagonista. Es el único segundo de futuro que a un poeta le interesa. Todo lo que escribe lo hace para preparar ese segundo. (Incluso el genio popular poético se inventó un Cristo para ese instante: El de la Buena Muerte.)
Por eso la muerte, la idea de la muerte, nos hace tanto daño. Siendo lo único verdaderamente nuestro, puesto que no podemos ni transferirla ni aplazarla, no nos pertenece. Las cosas pertenecen a quien pueda contarlas. Un poeta, se ha dicho, tiene el don de conocer el mundo, el don de la palabra, pero no tiene el don de la única palabra que le importa, que busca vanamente entre todas las demás palabras: la palabra en cuyas sílabas se esconde la cifra de su propia muerte. No la fecha, sino la cifra, el enigma. Ese primer golpe de vista desde allí hacia aquí. En buscar esa palabra quema su vida. Por eso en todo poema leemos un secreto ruego. El que el poeta le hace a Dios. Le pide que le acompañe esos primeros metros de la muerte. Le pide la primera palabra de la muerte, aunque luego Dios no exista, aunque después Dios sea omnipresente, eterno y poderoso. 

Mi gata está encerrada muy feliz

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