martes, 30 de agosto de 2011

ALEJANDRO DUMAS Y ADAH MENKEN


Sobre la mesa en que escribo estas líneas tengo-momentáneamente- un retrato de Alejandro Dumas. No está Dumas solo en esa fotografía. En esa fotografía, vieja, casi descolorida por los años, pequeñita, del tamaño de una tarjeta, aparece, sentada en los muslos del novelista, recostada en su pecho, una muchacha de cara viva y sensual. La muchacha es Adah Menken, una volatinera famosa en París, allá por 1867. De ese año es la fotografía; su publicación produjo un enorme escándalo en la capital de Francia. El novelista promovió un proceso al fotógrafo, y lo perdió. Alejandro Dumas, en esa fotografía, aparece en mangas de camisa; su bigote hirsuto y su mosca destacan en su cara de mulato; sus ojuelos miran al objetivo de la cámara fotográfica.Amorosamente, mansamente, descansa en el regazo de Dumas la sugestionada muchacha. Todo respira desenvoltura, sensualidad y jovialidad en este hombre de redonda panza, crespa cabellera y hociquito saliente recubierto por las duras cerdas del mostacho.
Azorín

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