domingo, 3 de abril de 2011

POR SUS SOLITARIAS LOS CONOCERÉIS

LA ESPAÑA NEGRA
JOSÉ GUTIÉRREZ SOLANA
EDICCIÓN Y PROLOGO
ANDRÉS TRAPIELLO
LA VELETA

DIGAMOSLO desde la primera linea, para que nadie pueda no advertirlo: es La España Negra, del pintor José Gutiérrez Solana, uno de los libros más singulares, expresivos y hermosos de nuestra literatura...
Andrés Trapiello

LAS SOLITARIAS DE ÁVILA

Entro en una botica a comprar un sello para el dolor de cabeza; en una mesa vi un gran tarro lleno de solitarias; todas parecían estar rabiosas y alguna tan enroscada y furiosa que parecía comerse la cola; otra, parecía morder a la de al lado, todas con caras distintas y terribles; algunas tienen dos cabezas; estas solitarias eran blancas y muy lavadas, con cintas largas y anillosas; estaban en el fondo del alcohol como aplastadas, algunas salían y asomaban el cuello fuera de la superficie del líquido; las más rebeldes habían dejado la cabeza y parte de su cuerpo en el vientres de sus dueños, que las alimentó y llevó consigo tanto tiempo. El dueño de la botica, con su batín y un gorro del que colgaba una borlita, las miraba con cariño porque él las había catalogado y puesto las etiquetas en los frascos: "solitaria del gobernador de Ávila", la del obispo; la del canónigo don Pedro Carrasco estaba gorda y era tan larga y bien alimentada que llenaba casi el frasco; al lado había una amarilla y delgada de no comer, que parecía quejarse y querer protestar de su mala vida pasada; era la del maestro de escuela del pueblo don Juan Espada; otra, como si le hubiera entrado la ictericia, tenía la cara con la boca abierta hundida junto al pecho y tenía un color verdoso, era del jefe de la adoración nocturna, don Peláez; otra, era todo ojos, y la más rabiosa pertenecía a Doña María Olvido, dama noble, comendadora y provisora del ropero de los pobres. El boticario tenía un lobanillo detrás de una oreja y se había dejado crecer un largo mechón de pelos para taparlo; pero el lobanillo salia afuera descarado y carnoso como la pelleja de un pollo desplumado. Cuando estaba más distraído en esta botica, viendo los tarros de las medicinas, sentí unas uñas que se clavaban en mis pantalones y un gato empezó a darme de cabezadas en las piernas; debía estar muy hambriento.

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