lunes, 21 de marzo de 2011

LEER PARA OTROS


LEER PARA OTROS

En 1868, Saturnino Martínez, fabricante de cigarros y poeta, tuvo la idea de publicar un periódico para los trabajadores de la industria cigarrera, que contendría no solo artículos políticos, sino otros también de ciencia y literatura, además de poemas y cuentos. Con apoyo de varios intelectuales cubanos, Martínez sacó el primer número de La Aurora el 22 de octubre de aquel año.
Pero como Martínez descubrió muy pronto, el analfabetismo era el obstáculo más grave  para que La Aurora se volviera verdaderamente popular, a mediados del siglo XIX apenas el 15% de los trabajadores cubanos sabia leer. Con el fin de que todos ellos tuvieran acceso a la publicación, a Martínez se le ocurrió usar lectores públicos.

En lugar de estudiantes voluntarios, se eligió a uno de los trabajadores como lector oficial, y los otros le pagaron de su propio bolsillo. El 7 de Enero de 1866, La Aurora informaba que "Ha comenzado la lectura en los talleres, y la iniciativa se debe a los honrados trabajadores de El Fígaro.

Los trabajadores que emigraron a Estados Unidos, después de la guerra de los Diez años, llevaron consigo, entre otras cosas, la institución del lector: una ilustración de la Practica Magazine de 1873 muestra a uno de aquellos lectores, con gafas y sombrero de ala ancha, sentado con las piernas cruzadas y un libro en las manos mientras una hilera de torcedores de tabaco (todos varones) con chaleco y en mangas de camisa se dedican a enrollar puros, al parecer completamente absortos.

Según Mario Sánchez un pintor de Cayo Hueso que en 1991 todavía se acordaba de los lectores que les leían a los fabricantes de cigarros a fines de los años veinte, las lecturas tenían lugar en un atento silencio, y no se permitían comentarios ni preguntas hasta que terminaba la sesión. "Mi padre-recordaba Sánchez- fue lector en la fabrica de cigarros Eduardo Hidalgo Gato desde comienzos de siglo hasta los años veinte. Por las mañanas leía las noticias que traducía de los periódicos locales. Las noticias internacionales las leía directamente de los periódicos Cubanos que llegaban todos los días en barco desde la Habana. Desde el mediodía hasta la tarde leía novelas. Se suponía  que debía interpretar  los personajes imitando sus voces, como un actor." (...) Tener a alguien que les leyera, como descubrieron los cigarreros, les permitía compaginar la actividad mecánica y monótona de enrollarar las aromáticas hojas de tabaco con aventuras que podían seguir, ideas que considerar, reflexiones que hacer suyas. No sabemos si, en las largas horas en el taller, lamentaban que el resto de su cuerpo quedara excluido del ritual de la lectura; no sabemos si los dedos de quienes sabían leer anhelaban una pagina que pasar; no sabemos si quienes no sabían leer se sentían impulsado a aprender.

UNA HISTORIA DE LA LECTURA
ALBERTO MANGUEL
LUMEN


3 comentarios:

  1. Yo, también "tuve" lector particular. Quiero creer que los trabajadores se animarien aprender a leer y tuvieran los medios.

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  2. No se lo que harán los trabajadores, pero yo lo que tengo ye Mayordomo Particular. De la lectura me encargo directamente.

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  3. Es muy interesante como se preocupaban por que la gente de pocas posibilidades obtenga más cultura en tiempos de crisis.

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