lunes, 11 de octubre de 2010

DIARIOS (JOHN CHEEVER)

Al morir, el 18 de Junio de 1982, John Cheever dejó veintinueve cuadernos de hojas sueltas, una obra ingente inédita y sin corregir. La publicación de una parte de sus diarios dejan al descubierto que el buen vecino, el ciudadano de orden, el marido modélico y padre ejemplar, era también un alcoholico compulsivo y un ardoroso homosexual.
La convivencia con su mujer era muy difícil, pues ésta pasaba grandes temporadas sin dirigirle la palabra, y eso acrecentaba el rencor que sentía hacia ella. Ya viuda declaró "puede que fuera infiel, puede que fuera borracho, pero siempre estaba en casa a la hora de cenar". "Que conste en actas: para el día de los enamorados, regalo a Mary un collar de perlas; ella me regala un plato. Me gusta la porcelana, pero hubiera preferido un juego de ropa interior con corazones bordados". Cheever vereverevere, el plato era para la cena

Y pienso que mi esposa a cocinado para mí durante cuarenta años.Me parece uno de los grandes trabajos de la historia. Muchas veces me la a servido con amargura; me a llamado a la mesa pero se ha negado a hablarme; pero noche tras noche, durante medio siglo menos una década, ha puesto la comida en la mesa. Desnudo a la luz del amanecer, pienso que es una gran misión. También pienso que he reunido fuerza de voluntad suficiente para partir y no me llevaré ningún recuerdo extraño, ya que éste es ante todo el hogar de mis hijos.
Encima queriendo llevarse el plato. El suyo - como atestiguan claramente estos diarios- no fue un matrimonio fácil; pero, obedientes y comprometidos, siguieron juntos hasta que la muerte los separó.
En la edición de Emecé las notas a pie de pagina de Rodrigo Fresán son muy interesantes y ayudan a comprender la compleja personalidad del escritor.

La relación de Cheveer con sus progenitores fue siempre complicada: consideraba a su madre como dominante y tiránica, y la historia - verdadero o falsa-de que su padre no quiso saber nada de él y que se inclinaba por un aborto acabó encontrando su sitio en las ficciones del escritor (ver Falconer). "Si no me hubiera bebido un par de Manhattans aquella tarde, tú nunca habrías sido concebido", le explicó su madre.

Con esta familia no me extraña que el escritor se dedicara a la botella, esto es lo que le contó su madre:"Mi familia, etc. Mi madre una mujer octogenaria me dijo que mi padre le dejó una carta en su escritorio para que la leyera después de su muerte, una carta en la que la ponía a parir".

"Mi sentido religiosos no tiene nada de evangélico...Funciona más como un aceptación de lo inconmensurable de los misterios de la vida y el acuerdo de una serie de simbolos para poder soportar y aprovechar esos misterios".
Según Norman Mailer: "Cheveer era un hombre religioso. Y es esa creencia y ese sentimiento lo que a menudo hace que sus textos nos parezcan diferentes y más especiales que los de otros escritores de su tiempo."
Que Dios te conserve la vista Norman, lo de los sentimientos te quedó muy bonito.

De rodillas en la iglesia (incluso en la catedral) nos enfrentamos a los hechos elementales de nuestra humanidad. Lo alabamos, lo bendecimos, lo glorificamos y nos preguntamos quién es el barítono del otro lado del pasillo y esa mujer hermosa de nuestra derecha que huele a manzano. Se conmueven nuestras entrañas, nos pica el culo y rezamos por nuestra vida espiritual con la esperanza de que no sea demasiado espiritual. A nuestra espalda cruje una puerta y nos preguntamos quién acaba de entrar. ¿Arthur? ¿Charlie? ¿Henry Penrose? ¿Quién es el joven de la camisa a cuadros? ¿Cuándo se confirmó? ¿ Por qué llora la señora de la primera fila? Y aun cuando la misa asciende a la poesía sobrecogedora del Pan y el Vino, continuamos con nuestras observaciones. Vemos que el escabel de terciopelo rojo de los monaguillos está clavado al suelo de roble del presbiterio y que el mantel del altar está bordado con tulipanes. Y por un instante el conocimiento de su Magnificencia y de los dones del hombre permiten reunir, al menos en una promesa de éxtasis, tos estos hechos elementales y dispares.
Pues va a tener razón Normán Mailer, de que el sentimiento religioso le era de gran utilidad para sus textos, sobretodo cuando le picaba el culo. Con estos diarios John Cheveer ganó el Pulitzer.

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