jueves, 17 de junio de 2010

NADA QUE TEMER


"A la espera de que Dios se manifieste, creo que su primer ministro el azar gobierna igual de bien este triste mundo"
Stendhal

No creo en Dios, pero lo echo de menos, así comienza el último libro de Julian Barnes. En él, Dios, la muerte y la religión son tratados de una manera irónica por el autor. "la religión consiste precisamente en creer lo que según todas las normas conocidas, no pudo haber ocurrido". El libro también es una especie de biografía familiar, "Si volviera a vivir mi vida, remaría en mi propia canoa" confesión de la madre de Julian Barnes después de haber participado en el descenso del rió de la vida y, haber remando en una piragua K2 (vaya bien que me quedó esto).
Así que no me extraña que el autor quiera más a ciertos escritores como Goethe, Montaigne, Stendhal, Somereste Maughan, Jules Renard que a su familia "milagro". No dudéis en perder el tiempo misericordioso leyendo la novela de Julian Barnes pues según Herbert: el tiempo es la forma de misericordia que tiene la eternidad con nosotros. Si se piensa que todo este tinglado continua sin parar ¿quién no pediría que cesara?

Dios podría estar muerto pero la muerte está bien viva.

(...)A la muerte no se la puede convencer ni se le puede sacar partido alguno; simplemente se niega a sentarse en la mesa de negociación. Dios te puede fallar pero la muerte por el contrario nunca te falla, monta guardia siete días a la semana y trabaja de buen grado tres turnos consecutivos de ocho horas. Compraríamos acciones de la muerte, si existieran; apostaríamos por ella, por muy inciertas que que fueran las posibilidades.

"Voy al encuentro de un gran Quizá"
Francois Rabelais

(...)La muerte es lo que llevamos dentro a todas horas, en algún pedazo de material genético potencialmente demente, en algún órgano deficiente, en la maquinaria sellada por el tiempo de que estamos hechos. Hacia el final - si vivimos lo bastante - hay a menudo una competición entre nuestras partes en deterioro y declive para ver cuál se llevará la palma en nuestro certificado de defunción.

Como ve la vida Julian Barnes:

(...) Un lapso de conciencia durante el cual ocurren determinadas cosas, algunas previsibles, otras no; donde se repiten determinadas pautas, donde interactúan las operaciones del azar y las de lo que, por el momento, podemos llamar libre albedrío, donde los niños crecen, para enterrar a sus padres y serán a su vez padres; donde, si tenemos suerte, encontraremos a alguien a quién amar, y con ello un modo de vivir; donde hacemos nuestro trabajo, obtenemos nuestro placer, adoramos a nuestro Dios (o no) y vemos avanzar la historia un diminuto piñón o dos.

Julian Barner hace una especie de necrológica de él mismo y entre otras cosas dice: (...) Era feliz en compañía de si mismo siempre que supiera cuando terminaría esa soledad. Amaba a su mujer y temía a la muerte.
Siete meses después de la publicación de Nada que temer en Gran Bretaña, en marzo de 2008, moría la mujer de Julian Barnes, Pat Kavanagh. Kavanagh había sido una conocida agente literaria, representante durante 23 años del también escritor inglés Martin Amis hasta que la cambió por Andrew Wylie, “el chacal”. Aquello termino con la amistad entre Amis y Barnes.

FIN

Si, creo que me gusta más así. ¿A ti no, lector?

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